Por: Miguel Núñez
Alguien
decía que esta generación, es una generación de inexplicables contrastes.
Tenemos más información y más confusión; más tecnología, pero más distracción;
más posesiones, pero más insatisfacción. La única esperanza para escapar a este
mal es traer una fuente de luz que pueda guiarnos en la confusión,
fortalecernos en la debilidad y motivarnos a cambiar.
El evangelio de Juan registra al menos siete declaraciones
notables expresadas por el Señor Jesucristo, una de las cuales es “Yo soy a luz
del mundo” (Juan 8:12).
Al hacer tales declaraciones, Jesús revela mucho sobre el mundo que nos rodea y
las vidas que vivimos; pero también revela mucho acerca de sí mismo y lo que
tiene que ofrecernos. Al final de Juan 8:12-30, vemos la respuesta de
muchos del pueblo: “Al hablar estas cosas, muchos creyeron en El”. Aquí́
tenemos una escena de personas que están pasando de muerte a vida y serán
perdonados. Esta es una preciosa realidad; por esto es por lo que Jesús vino al
mundo.
El pasaje comienza en Juan 8:12 “Otra
vez Jesús les habló…” Las palabras “otra vez” están conectadas
con Juan 7:52.
Lo que encontramos aquí es una continuación de una conversación del Señor con
la misma audiencia descrita en Juan 7:37. Estaban celebrando la
fiesta de los tabernáculos (Juan 7:2) y estaba llegando la hora
final del gran día de la fiesta. En ese día había varios ritos importantes como
la purificación de las aguas (Juan 7:37) y la iluminación del
templo, todos cuales los hacían para recordar la nube en el desierto que
durante la noche se convertía en un fuego de luz. El Señor había estado
confrontando a los escribas y fariseos en el lugar del tesoro en el templo—ese
era el lugar del templo donde se manejaba el dinero. Más
específicamente era donde se hacían ofrendas voluntarias, haciéndolo el lugar
más concurrido y abierto.
El versículo 12 continúa diciendo, “Otra vez Jesús les habló, diciendo:
Yo soy la luz del mundo.” ¿Qué tiene que ver el lugar del
tesoro con la luz? Lo que se celebraba allí es algo que le da un significado
exclusivo a la declaración del Señor: allí era donde se celebraba el rito de la
iluminación del templo. En Juan 8:12, Jesús no dijo, “Yo soy una luz”;
El dijo: “Yo
soy la luz del mundo.” No pudo haber dicho nada más dramático que
eso en esa ocasión cuando estaban recordando la luz real del desierto a través
de estos gigantes candelabros. ¿Como creen ustedes que reaccionaron estas
gentes allí? Lo primero es que debemos entender lo significativo de esta
declaración. Esta gente conocía la ley; eran los devotos del pueblo. Conocían
las palabras de Isaías 42:5-6 e Isaías 49:6 que describen
quien el Señor es. Al decir “Yo soy la luz del mundo”,
Jesús estaba diciendo, Yo soy el Mesías esperado; ¡Yo soy Dios!
Tomemos un momento para analizar Juan 8:12: “Otra
vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” La
palabra de “el
que me sigue” en el original es muy interesante; tiene que ver con
obedecer las ordenes de nuestro superior con suma dedicación. Un discípulo de
Cristo es aquel que entrega su alma y cuerpo a Cristo. Eso no se puede hacer a
medias; Cristo no puede ser solamente un salvador para nosotros, debe ser
nuestro Señor. El pasaje continúa diciendo, “no andará en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida”. El Señor Jesucristo dice que cuando le
seguimos tenemos la luz de la vida. Encontramos la relación entre luz y vida en Juan 1:4: “En
El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. La
vida que Jesús tiene da la luz; es decir, estamos muertos y ciegos a la luz
hasta que la vida de Jesús nos es impartida por el Espíritu de Dios y los ojos
de nuestros corazones son abiertos.La luz es un poder activo que disipa las
tinieblas. Cuando crees en Jesús como tu preciosa luz, entonces tienes Su vida
y te conviertes en hijo de luz.
Cuando le permites a Dios acercarse a ti a través de Jesucristo
y lo aceptas, entonces te darás cuenta que no es solo la Luz del mundo sino el
Salvador de todas las generaciones; nadie va al padre sino por El. Necesitamos
continuamente esa luz para andar en comunión con El (1 Juan 5:1-3).
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